4 días en Gante y Brujas. Día 3: Visitamos Brujas

Tercer día en Gante y hoy visitamos Brujas. Ayer nos dimos una buena paliza visitando Gante y con el Free tour. Pero de nuevo nos adelantamos al despertador. Antes de nada, un vistazo a la calle. Luce el sol. Dos días en Gante y no nos ha caído ni una gota de agua!. Quién dijo que aquí siempre llovía?. Nos preparamos y nos vamos a desayunar. Hoy no hace falta preguntar por el desayuno. Ya nos sabemos el camino. Cafés con leche, tostadas, algún croissant y napolitana.

Lleno el estómago, nos volvemos a la habitación. Cogemos mochilas, nos ponemos chamarras y listas para salir a buscar un tranvía que nos acerque a la estación de trenes.

Decidimos ir hasta la parada donde nos dejó el tranvía el viernes. Es la única que conocemos. Alguno pasará por allí que nos lleve a la estación… Sólo hay que buscar la que está en sentido contrario a la que nos bajamos. Y sabemos que el sentido tiene que ser Flanders Expo.

Miramos en los paneles indicativos que hay en la parada. No entendemos nada. Por allí no se ve ninguna otra parada. Una chica se nos acerca. “Can I help you?”. Ya lo creo que nos puedes ayudar!. Y le explicamos dónde queremos ir. “Tu esteision. Train. Brujas. Brug”. Nos indica dónde está la parada. Tenemos que coger el tranvía nº 1. Sentido Franders Expo. Da gusto encontrarse con gente así!.

Nos vamos hacia la parada. En pocos minutos llega el tranvía. Le mostramos al conductor la City Card. Nos indica que entremos por la puerta de atrás. Por donde entra todo el mundo. Hay que validarla. Vemos una máquina a la entrada. Acercamos las City Card. ¡Eso no hace nada!. Pues para dentro!. Si nos dicen algo las enseñaremos!.

En algo menos de 10 minutos estamos en la estación de Sint-Pieters. Sabemos que a las 10.10 tenemos un tren hacia Brujas. Dirección Ostende. Tenemos que sacar los billetes. Vamos a ventanilla. Volvemos a explicar dónde queremos ir. Confirmamos horario y dirección de tren. Es correcto. Nos dan tres billetes weekend. 7.60 euros cada uno. Ida y vuelta.

Y subimos a los andenes. El nuestro es el número 3. Están muy bien indicados. A pesar de que la estación está completamente en obras. Enseguida llega el tren. Puntual. 24 minutos y estamos en Brujas. Sin paradas. En Brujas luce un sol espléndido. Aunque hace algo de frio. A partir de aquí, seguiremos las indicaciones de “La guía de Brujas de Tadeus Zimm”. Nos la hemos descargado de internet.

Comenzamos el recorrido. Salimos de la estación y vamos de frente hasta cruzar una avenida. Giramos a la izquierda y enseguida vemos el canal. Sólo hay que seguirlo teniendo cuidado de que quede a nuestra derecha, como indica la guía. El lugar, precioso. Promete.

Continuamos guiados por Tadeus Zimm. Las vistas son inmejorables. Estamos en el Lago del amor. La cámara de fotos echa humo. En el lago un montón de cisnes. Cuenta una leyenda que en 1488 los ciudadanos de Brujas se sublevaron contra el Conde de Flandes y mataron al gobernador de la ciudad y que el conde, tras sofocar la sublevación, ordenó a la ciudad que en lo sucesivo cuidasen y alimentasen a unos cisnes en lo que había sido su imponente puerto.

Y dice también esa leyenda que los cisnes representan el espíritu del gobernador que se llamaba Pieter Lanchals. Que su apellido traducido sería algo así como “cuello largo”.

La guía nos dice que entremos ahora en el begijnhof o beaterio. Pero antes una parada. Estamos al comienzo de una calle de Brujas. En una pequeña plaza llena de cafés. Y de coches con caballos que llevan y traen, al galope tendido, a turistas por todo el centro de Brujas. En mitad de la plaza, una fuente con dos cabezas de caballos.

Nos sentamos en una de las terrazas. Al sol. Y pedimos. No sin antes haberle hecho la consabida pregunta al camarero de si habla español. Esta vez tenemos suerte y nos dice que “un poquito”. Suficiente para que nos entienda el “con poco café y mucha leche”. Con los cafés lates no hay problemas. Saboreamos los cafés al tiempo que observamos la plaza. El tiempo parece que se ha detenido aquí. El que no haya coches y el eco de los cascos de los caballos ayudan a transportarte al pasado.

Pero no hay tiempo para pararse en el pasado. Nos vamos al beaterio. Lugar de paz y recogimiento. Cruzamos un puente y entramos por una puerta blanca. Silencio. Un enorme jardín rodeado de casas en las que viven o vivieron las beguinas, mujeres de cierta posición social que decidieron vivir en comunidad sirviendo a Dios y haciendo caridad, pero sin llegar a hacer los votos. Se respira tranquilidad. Apenas se oye un murmullo.

Una monja cruza el jardín a paso ligero. Otra sale de su casa. Suenan las campanas de la iglesia que tienen allí dentro. Es hora de ir a misa. O de oración. Nosotras seguimos recorriendo el beaterio. Salimos por otra puerta. Vuelta al mundanal ruido.

Con la guía en una mano y el mapa en la otra, nos adentramos por una de las calles de Brujas. Llena de tiendas de regalos. Paramos a ver los escaparates. Uno nos llama la atención. Está lleno de figuras de navidad. Entramos. La navidad nos asalta por todos los lados. No sabemos dónde mirar. Esto es el paraíso navideño!. A cada cosa más bonita que la anterior. Caemos en la tentación y compramos alguna figurita. De recuerdo. Este año lucirán en nuestros árboles navideños. La tienda se llama Käthe Wohlfahrt y está en la calle Walplein. Indispensable buscarla si te gusta la navidad. Y si no también.

Pero lo mejor está por llegar!. Entramos en una nueva calle. Mi paraíso terrenal!. Tiendas y tiendas de bombones a un lado y otro de la calle. Entramos y salimos de varias. Comparando precios y contemplando la variedad de bombones y trufas y chocolates que tienen. No acabamos de decidirnos por ninguna!.

De repente vemos la de Mary. Nos las recomendó Ander, nuestro guía de Gante. Nos dijo que era la mejor tienda de bombones que podíamos encontrar. Artesanales. Un poco cara. Pero por una vez que estamos…Y entramos. Y miramos los bombones y las trufas. Y miramos los precios. Coño!. Qué utilizan?. Virutas de oro para su elaboración?. Salimos. Será por tiendas de bombones y trufas!!. Mejor buscamos la de Leónidas. Que nos han dicho que tiene mucha variedad y además los hacen también sin gluten.

A lo lejos se ve la torre de la iglesia de Nuestra Señora. Pero antes tenemos que buscar  el Hospital de San Juan. La guía nos dice que es uno de los hospitales medievales más antiguos que se mantienen en pie. Dentro hay un museo. No entramos. Pero localizamos el acceso a sus jardines. La entrada es libre. Desde aquí tenemos una buena panorámica de la torre de la iglesia.

Damos un pequeño paseo por los jardines. Tal vez esperábamos algo más del lugar. Salimos. Ahora sí. Nos vamos hacia la Iglesia de Nuestra Señora. Dentro nos espera La Madonna de Miguel Angel. Pagamos la entrada. Solo 2€ porque la iglesia está en obras. Y allí está la Madonna. Pequeñita. Sobre un altar. Para verla en su justa medida hay que hacerlo desde el lado izquierdo y agachado. No es capricho. Miguel Angel hizo esta escultura con la intención de ponerla a 8 metros del suelo. A la altura en la que está puesta ahora las proporciones del Niño no son las correctas. Y la mirada y el gesto de la Virgen no es lo que quería conseguir Miguel Angel. Y allí estamos. En el lado izquierdo y agachadas. Intentando ver cómo sería realmente la escultura. Pero es imposible contemplarla. Una verja nos lo impide. Y encima no te puedes acercar a ella. Una pena!.

Pero dentro de la iglesia hay más historias guardadas. Nos acercamos hasta las tumbas de María de Borgoña y su padre. Madre y abuelo de Felipe el Hermoso. Fijaros en las tumbas. En sus adornos. Una nos habla del esplendor y orgullo de Brujas. La otra de la decadencia de la ciudad. Una es de estilo gótico. Refinada. Delicada. Mimada con todo detalle. La otra, renacentista. Más austera. Más sobria.

El siguiente punto de la guía nos lleva hasta el Puente de San Bonifacio. Hemos retrocedido en el tiempo!. Precioso. Bonito, bonito. La vista parece sacada de un cuento. Nos hacemos la foto de rigor y lo cruzamos.

Justo al otro lado hay una plaza con algunos árboles. En ella hay unos pedestales con unas pequeñas figuras ecuestres. Y bancos. Y uno de ellos está al sol. No nos lo pensamos demasiado. Este es un buen sitio para comernos los bocadillos!.

Volvemos a ponernos en marcha. Y seguimos al dedillo la ruta que nos marca Tadeus. Estamos de nuevo en la orilla del rio. Parece que es día de mercadillo. Un montón de puestos con un montón de objetos curiosos. Pasamos ligeras por ellos. Para evitar tentaciones.

Continuamos por el muelle del Rosario. Varios puentes de piedra atraviesan el rio  Zwyn. A nuestras espaldas va quedando la torre de la Iglesia de Nuestra Señora.

En nuestro camino hacia el Groenlerei, el Muelle Verde, al otro lado del canal, descubrimos una de las vistas más fotografiadas de Brujas. La terraza de la cervecería 2BE y la torre Belfort. Cuántas imágenes habremos visto de semejante lugar!. A la vuelta hay que ir a visitarlo y sentarnos en su terraza. De momento, continuamos hacia el Muelle Verde. Por el camino, dos de los puentes más viejos de Brujas.

De vuelta al muelle del Rosario atravesamos una pequeña plaza. Está llena de restaurantes y sus correspondientes terrazas. Y alguna chocolatería. Faltaría más. Nuestro siguiente punto en el itinerario: coger una barca que nos dé un paseo por los canales. Pagamos 8€ y subimos. El guía-barquero sólo habla francés, inglés y flamenco. Nos volvemos a quedar con las ganas de saber lo que está explicando. Habrá que imaginárselo.

Salimos de la barca con el objetivo de acercarnos hasta la terraza del 2BE. A la entrada, el “muro de la cerveza”. Una vitrina llena de innumerables botellines de cerveza.

Gente a mansalva!. Buscar un sitio en la terraza va a ser imposible. Dentro, un sinfín de clases de cervezas. De todos los colores, olores, tamaños y sabores. Tienen hasta una cata de cervezas!!. Menos mal que del techo cuelgan unas cartas “de cervezas” en diferentes idiomas. Y la tienen en castellano!!.

Decidimos probar alguna. Buscamos la de menor graduación. Que nosotras somos más de cafecitos. Pedimos un par de ellas. La tercera, abstemia total, se decanta por un chocolatito bien caliente. Acompañado de un pequeño vaso con yema de huevo y ron. O algo parecido. Las otras dos nos ofrecemos voluntarias para bebérnoslo. Está de rechupete!!. Conseguimos una pequeña mesa en la terraza y nos bebemos las las cervezas y el chocolate disfrutando del paisaje.

Hora de ir hacia la Grote Burg. Una de las plazas principales del Casco Histórico de Brujas. Para entrar en ella tenemos que cruzar el Callejón del Asno Ciego. Al cruzarlo no dejes de mirar hacia arriba , como recomienda Tadeus. En lo alto, dos estatuas que coronan el arco. Dicen que una se parece al rey de espadas y otra a la sota de bastos. Nosotras no les encontramos parecido alguno.

Estamos en la plaza. Es grande. Rodeada de edificios. Allí tenemos el Ayuntamiento y el Palacio de Justicia. Uno al lado del otro. El Palacio de Justicia es el que parece una tarta de merengue. Todo blanco y coronado con adornos dorados. En frente, la Basílica de la Sangre. Si hay tiempo, la visitaremos. Damos una vuelta por la plaza, observando las construcciones que tiene.

La tarde se nos va echando encima. Y queremos subir a la Torre Belfort. Cogemos camino hacia la Grote Mark. La otra plaza importante del Brujas. Coches de caballos esperan a los turistas mezclados con coches, bicicletas, peatones… Hay que estar con mil ojos para que no te lleven por delante.

Aquí tenemos la Torre Belfort. Nos vamos hacia ella. Dentro, una especie de museo. Entrada gratuita. A un lateral, las escaleras que suben a la sala donde compramos las entradas. 10 euros cada entrada. Hay cola. Al parecer, hay un número determinado de gente que puede ir subiendo. Bajan tres. Suben tres.

Mientras esperamos veo un cartelito. Advierte que la subida es dura y no lo aconseja a gente con problemas de corazón o que esté en baja forma!. Ay madre dónde nos hemos metido!. Nos toca. Allá vamos. 366 escalones hasta hacer cumbre!!. Todos para arriba!. Y no hay ascensor. Menos mal que aquí también hay salas donde exponen para ir parándonos a verlas. O para recuperar el oxígeno!.

Los primeros tramos tampoco son para tanto!. Se sube bien. Despacito, pero bien. Hay que ir con cuidado cuando te cruzas con gente que baja. Las salas de exposición nos dan un respiro. Seguimos subiendo. Este tramo se hace más duro. Y la escalera cada vez se estrecha más!. Esto no tiene fin!. Llegamos a una sala. Menos mal!. Justo a la entrada de ella…un banco!!. No me extraña. Las 333 escaleras subidas bien se merecen ese banco. A lo expuesto en la sala ni le hago caso. Bastante tengo con meter aire en los pulmones!!.

Vamos con el último tramo de escaleras. Si lo anterior nos ha parecido durillo, éste ya es para escaladores profesionales. Aquello se estrecha hasta límites insospechados. El ángulo de inclinación de la escalera, no existe. Aquello está casi recto!!. Y encima, en espiral!!.

Pero llegamos arriba!!. Y tiene su recompensa. Las vistas de Brujas merecen la pena los 366 escalones. A pesar de la malla que tenemos delante. Unas cuantas fotos y para abajo.

Nos las bajamos del tirón. 366 escaleras, esta vez hacia abajo y en espiral. Llegamos al final con cierto grado de inclinación y un mareo considerable!!.

Recuperada la verticalidad y pasado el mareo salimos de nuevo a la Grote Mark. El tiempo se nos va echando encima y aún no hemos comprado ni chocolate ni bombones ni trufas!!.

Allí mismo, en la plaza, tenemos a Godiva, Leónidas y Pierre Marcolini. Esta última nos la recomendó nuestro guía de Gante, Ander. Como una de las mejores para comprar chocolate. Y le hacemos caso. Aquello es la Cartier de las chocolaterías!. No por el precio. Que también. Por cómo te entregan el chocolate que compras. En una caja negra cuadrada. Muy fina. Que parece que te llevas un diamante!. Y luego te dan una bolsita la mar de mona con un catálogo de los diferentes tipos de chocolates que tienen!.

Comprado el chocolate, tocan las trufas. Éstas en Godiva. Tenemos suerte y la chica que nos atiende habla perfectamente castellano. De aquí nos vamos a Leónidas. Es más barata que las anteriores pero tienen producto sin gluten. Y terminamos de comprar bombones y alguna que otra cosilla…

Ya poco más nos queda por hacer. Son casi ya las siete de la tarde. Hora de regresar a Gante. Nos quedamos con las ganas de ver la Basílica de la Sangre. Nos dejamos guiar por Tadeus Zim para volver a la estación.

Llegamos justas para coger el tren que nos acerca a Gante. Tanto que entramos en el primer vagón que se nos para delante. Se agradece la calefacción y los asientos del tren. Qué cómodos. Pero la dicha del pobre dura bien poco. Un “pica” nos pide el billete. Algo nos está diciendo. Vemos que un grupo que ha subido con nosotras se está levantando de sus asientos. El “pica” nos hace gestos de que le sigamos. Al parecer, estamos en primera clase. La nuestra en “segunda clase”. Y allá nos vamos con el “pica”. Atravesamos un vagón entero vacío. Y frío. Llegamos a uno lleno de gente. Sin sitio apenas para sentarnos. Con lo bien que íbamos en primera clase!.

Llegamos a Gante. Rematamos el día cogiendo el tranvía equivocado. Unos chicos, argentinos, nos indican dónde bajarnos. Nos liamos y nos bajamos una parada antes de la que nos han dicho. Pues andando, que tampoco habrá tanto hasta la siguiente que era la nuestra. Pero la suerte está de nuestro lado. Resulta que estamos al lado del hotel!!.

Aprovechamos a dejar compras y mochilas en la habitación y nos vamos hacia el centro de Gante a cenar. Hoy, última noche, hemos decidido cenar algo típico de la zona. Chuleta en mano nos vamos hacia uno de los restaurantes que hay en el muelle de Graslei. Al primer camarero con el que nos tropezamos le señalamos lo que queremos. Nos dice que sí. Que lo tienen. Pues adentro!. Dos carbonade flamande (Carne de ternera a la cerveza) y para mi chicons gratines (Endivias gratinadas con jamón y queso). El camarero que nos atiende nos dice que la chicons no tienen. Cambio de idea. Para mi un waterzooi de pescado. Algo así como un estofado.

Mientras esperamos que nos lo traigan nos sirven un aperitivo. Riquísimo. El restaurante es un frenesí de camareros de un lado para otro. En un descuido, uno de ellos se lleva mi aperitivo!. Agarro con fuerza el pan. Por si acaso. Llegan los platos. Las carbonadas ambas en una cazuelita blanca junto con un poco de ensalada cada una y un cuenco con patatas fritas. Mi waterzooi en una especie de ensaladera que no parece tener fondo. Todo buenísimo.

Regresamos al hotel. Nuestra última noche. Volvemos a hacer las maletas. Queremos aprovechar la mañana para visitar el Castillo de los Condes de Flandes. Luego, tendremos que coger el tren hacia el aeropuerto.