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Asturias – De Ribadesella a Tazones (II)

Domingo. Son las 9.30. Como habíamos quedado, todo el mundo está ya  en el comedor listos para desayunar. Desayuno sin grandes pretensiones pero suficiente. No nos entretenemos mucho. Hay que recoger maletas y pagar antes de comenzar la ruta de hoy. En nuestro itinerario están Villaviciosa y Tazones.

Ponemos rumbo a Villaviciosa, a media hora de Ribadesella. La idea es estar en Tazones a la hora de la comida.

Villaviciosa. La capital de la manzana

Llegamos a Villaviciosa, conocida como la capital de la manzana, donde se afinca una de las fábricas de sidra más antiguas de Asturias, la del Gaitero, “famosa en el mundo entero”.

En Villaviciosa nos acercamos hasta la oficina de turismo. Nos aconsejan realizar el recorrido marcado con manzanas  (no podía ser de otro modo) que te lleva por los lugares y edificios más emblemáticos del pueblo.

Y así, siguiendo las manzanas dibujadas en el suelo cual camino de baldosas doradas, Villaviciosa nos va enseñando su patrimonio artístico y sus rincones más especiales.

Terminamos el recorrido siguiendo la senda que nos marcan las manzanas. De nuevo en los coches. Nos vamos hasta el Puntal. Nos lo han recomendado en la oficina de Turismo. Y nos pilla de camino a Tazones. Estamos en la desembocadura de la ría de Villaviciosa.

A lo lejos se ve una pequeña playa. Es la playa de El Puntal. Desde donde hemos aparcado los coches hay un largo paseo al lado de la ria. No estarán pensando en ir hasta la playa?.

Pues si. Lo están.  Afortunadamente el paseo se hace cómodo hasta llegar a la pequeñísima playa. Por el camino dejamos también un pequeño puerto deportivo y una zona arbolada. Al otro lado de la ría, la playa de Rodiles.

De regreso, un alto en la terraza que hay al lado del puerto. La temperatura invita a deshacernos de las chamarras. Nos venimos arriba y nos quedamos en mangas de camisa. Aceitunas, bolsa de patatas y unos mostos y algún que otro zurito. Y a disfrutar de las vistas, del sol y de la tranquilidad que se respira.

Tazones.

Pero se acerca la hora de comer y en Tazones la cosa no va a estar tan tranquila.

Durante un trecho llevamos a la ría como compañera, para poco a poco ir subiendo y alejarnos de ella. Hasta que de nuevo comenzamos a bajar. Diez minutos y estamos en Tazones. Más allá, sólo mar.

 

Dejamos los coches a la entrada del pueblo. En un parking. Desde él ya empezamos a intuir que Tazones nos va a gustar. Bajamos unas escaleras de madera. Y Tazones nos sorprende con su colorido. Una única calle central a la que se asoman casa de colores. Rojas, azules, verdes, blancas. Y a ambos lados de la calle se va tejiendo el resto del pueblo. Hacia lo alto de la ladera.

Seguimos hacia el puerto acompañados del olor a quisquilla, a sepia a la plancha, a langostino, a nécora…A cada paso un restaurante donde degustar todo tipo de marisco. Recién sacado del mar. Miramos la carta de uno. Miramos la carta de otro. Al final nos decidimos por el Restaurante La Sirena. Casi al comienzo del pueblo. Paella de marisco para todos. Reservamos para las 14.30.

Y nos vamos a recorrer el pueblo. Callejuelamos. El pueblo está llenos de rincones preciosos. Una casa forrada entera de conchas marinas.

Miradores asomándose al mar.

Una barca descansando a la entrada de otra casa.

Un hórreo. Escaleras que no llevan a ningún sitio, pero que te enseñan los tejados rojos de Tazones.

Un hórreo?. Qué hace un hórreo en un pueblo tan marinero?. Pues revindicar su condición de aldea asturiana. A pesar del mar, a pesar del puerto, a pesar de las barcas, de los restaurantes con menús llenos de platos de mariscos…Porque Tazones es monte y es mar.

Son casi las 14.30. Nos espera nuestra paella de marisco. El bar-restaurante La Sirena está a reventar de gente. No cabe nadie más. Nos han preparado una mesa junto a la barra del bar. Esperamos un cuarto de hora hasta que llega nuestra paella. Mientras, amenizamos la espera con unos culines de sidra. Y brindamos.

Hay hambre. Los camareros vuelan entre las mesas con platos de marisco, fabes, paellas…Por fín dejan la nuestra sobre la mesa. Y nos lanzamos a ella!. Yo voy sorteando nécoras en busca de algún langostino y alguna almeja. Me cuesta encontrarlos. Pero arroz hay para repetir alguna que otra más.

Dada buena cuenta del arroz y de las nécoras, nos vamos a por los postres. Triunfa la tarta de queso!!. Daba pena terminarla. Para acompañar, algún cafecito y algún que otro chupito.

Damos por terminada la comida. Hay que regresar a casa. Nos esperan aún dos horas y media de carretera. Pedimos la cuenta. A los cafés y a los chupitos estamos invitados. Cómo no nos va a gustar Asturias con detalles así!!!.

Faro de Tazones

Pero antes de emprender el camino de regreso, una última visita. Nos acercamos hasta el Faro de Tazones, en Villar. No aseguran que es uno de los mejor conservados y cuidados de todo el litoral asturiano.

Al lado está el Restaurante el Faro. No se puede pasar. Las lluvias de los últimos meses han provocado corrimientos de tierra dañando la estructura del restaurante. Las grietas los atraviesan de arriba a abajo.

Damos una vuelta alrededor del faro. No se puede entrar. Una pena. Hubiera estado bien haber podido subir hasta su linterna y contemplar Tazones a nuestros pies!!.

Ponemos punto y final a nuestro recorrido por este trozito de Asturias. Y nos regresamos pensando cuál será nuestro próximo destino asturiano. Porque…algo tiene Asturias que nos atrae irremediablemente una y otra vez.

Mariarka :Mi profesión. Profesora vocacional. Mi trabajo (cuando lo tengo). Formadora de cursos de informática. Y en los ratos libres, devoradora de libros, fotógrafa de recuerdos y vistas, organizadora de eventos familiares, incondicional de las reuniones con amigos y aficionada a descubrir nuevos rincones y lugares, cercanos y lejanos.