Sabéis dónde está situado el faro más alto de toda la cornisa cantábrica?. Yo tampoco. Hasta hace tres días. Que decidimos hacernos una ruta hasta el faro de Gorliz. Y hete aquí, que Google me dice que el Faro de Gorliz está considerado como el faro más alto de la cornisa cantábrica!!.
Pero esa es otra historia. Vamos al lio.
La ruta sale de Gorliz (Bizkaia). A unos 25 km de Bilbao. Una vez en Gorliz, tenemos dos opciones para hacerla. La primera. A lo cabra montesa. “Escalando” la ladera del monte. Por la zona de Astondo, al final de la playa de Gorliz. Junto a una duna fósil. Un camino que sube por el monte.
La segunda, y que sabiamente tomamos, es por carretera peatonal. Prohibido coches. La entrada está situada en un lateral del hospital de Gorliz. Por cierto. Probablemente el hospital con mejores vistas del mundo!!.
Desde aquí hasta el faro habrá media hora. Si no te entretienes haciendo fotos. Y subiendo a ritmo moderado. Que es todo cuesta arriba. Menos el primer tramo que es llano. Bajo la sombra de árboles y con la compañía de un riachuelo.
Así hasta llegar al centro de recuperación de animales. Aquí, un cartel nos indica el camino al faro. Cruzamos una valla y empezamos el ascenso. Todo “parriba”. No hay pérdida.
De momento vamos bien. Vemos a un par de ciervos tumbados al sol. Para hacerles una foto hay que subir un repechito. Pasamos por delante de un caserío. Esto ya empieza a costar un poco más!. Qué mal llevo subir cuestas!. Arriba, con la excusa de las fotos, hago un alto. Y recupero el oxígeno.
Continuamos subiendo. Cuando estoy a punto de quedarme sin aire…una pequeña tregua en el camino. Llaneamos. Así da gusto!. Metemos más ritmo. Hasta que una nueva subida me frena. A mitad de camino, una vaca posa para nosotros.
Llegamos a un cruce de caminos. Nos lo indican unos carteles. Hacia adelante, al faro. A la izquierda, a las ruinas del Fortín de Azkorriaga. Monte a través. Quizás la vuelta la hagamos por aquí.
A lo lejos se divisa el faro. Chiquitito. Ya queda menos. Y parece que ya no hay que subir casi nada. Seguimos llaneando. Las vistas ahora son, en dos palabras, im-presionantes!.
Continuamos la caminata. Un cartel advierte de peligro de derrumbamiento. Miramos hacia arriba. Miramos hacia abajo. No parece que exista peligro. El faro cada vez está más cerca.
Último tramo. Volvemos a retomar la subida. Cómo engaña!. Si no parece tan empinada!. Por fin llegamos arriba. Yo con la lengua fuera. Me despatarro por el suelo. Y aprovecho para hacerle una foto.
Difícil meter en el encuadre los 21 metros de altura. Pero lo logro. El faro…bonito, lo que se dice bonito…no es. Por mucho diseño vanguardista que digan que tiene. Eso sí. El entorno, de escándalo.
Recuperado el aliento, me levanto del suelo. Dos pasos más adelante hay un mirador con unos bancos. Me asomo. 165 metros de acantilado. Y a medio kilómetro mar adentro, una isla rocosa. Dicen que tiene forma de dragón. Dicen. Es Isla Billano.
Al otro lado, la Bahia de Gorliz. Qué lejos queda!. Los amantes de la montaña seguro que divisan, y distinguen, tres de nuestros montes. El Oiz, el Amboto y el Gorbea. Yo ni lo intento.
Ya hemos descansado suficiente. Toca la segunda parte de la excursión. Buscar los búnkeres y el cañón que sobrevive. Y las galerías que hay por debajo del faro. Me asomo de nuevo al mirador. Yo no veo nada. Pero que están…están. Y si están, cómo llegamos a ellos?.
Al fin encontramos un camino que desciende. Al lado del faro. Junto al panel informativo. Medio escondido entre la maleza. Dudamos. Esto tiene pinta de que como des un mal paso bajas rodando.
Con cuidado llegamos hasta lo que debió ser una de las plataformas de algún cañón. Del cañón que sobrevive, ni rastro. Allí mismo tenemos una entrada a las galerías. Bajamos los peldaños y nos metemos en sus entrañas.
Aquello es un laberinto!. Escaleras que suben y bajan. Pasadizos a izquierda y derecha. Si fuera me oriento mal, ahí dentro me pierdo!. Tomamos un pasadizo. Nos saca de nuevo fuera. Volvemos a entrar. Hay unas escaleras que suben. Arriba se ve luz. Subimos?. Con la linterna del móvil iniciamos el ascenso. Cerca se oyen voces de niños. No. No son psicofonías. Algún colegio que ha venido de excursión. Seguimos subiendo. Quién me mandará investigar?. Esto parece no tener fin!. Llegamos. Y el acceso al exterior, cerrado!. A la mierda!. Media vuelta y a volver a bajar. Con cuidado. Que por las escaleras hay mucha piedra suelta. Y la linterna tampoco alumbra demasiado.
Otra vez fuera. Se siguen escuchando voces de niños. Vienen de abajo. Me asomo al acantilado. Allí están. La mejor forma para llegar es por las galerías. Vuelta a meterse en las galerías. Salimos a una nueva explanada. Las vistas inmejorables!. Un velero avanza hacia Isla Billano. La de la forma de dragón. A la derecha una pequeña cala. Desde aquí arriba el agua es color turquesa. Transparente. Lástima de la algarabía que tienen montada los niños. Si no, ésto sería el paraíso.
Por fin encontramos el cañón. Y a los niños. Y a un valiente encaramado sobre él. A ver cómo se baja de ahí luego.
Si alguien piensa encontrar un cañón tipo “castillo”, que se vaya olvidando. Este fue en su día un cañón moderno. De la Guerra Civil. Aunque las crónicas dicen que nunca llegó a disparar un sólo cañonazo. Ahora sirve de lienzo para “grafiteros”.
Los niños y sus tutores se van yendo. Aprovechamos para hacer fotos. Y para contemplar el paisaje. Sin ruidos. Salvo el producido por las olas. Ahora sí. Esto es como estar en el paraíso!.
Pero… hay que regresar. Qué arriba que está el faro!. Vuelta a meternos por las galerías. Subimos un tramo por las entrañas de la tierra. Una vez fuera, queda la parte más dura. Ladera monte hacia arriba. Llego a la base del faro con la lengua arrastras. Y me tiro en uno de los bancos. A recuperar el aliento.
Me consuelo pensar que ahora es ya cuesta abajo y llanear. Nos ponemos en marcha. Llegamos al cruce de caminos. La idea inicial de regresar bordeando los acantilados ahora no nos parece tan buena. Otra vez, con algo más de tiempo, la haremos.
La vuelta la hacemos más ligeros. El pensar en el cafecito que nos vamos a tomar, sentados frente al mar, ayuda mucho. Antes de darnos cuenta estamos ya frente al hospital de Gorliz. Lo siguiente, terracita, café con hielos, sol y vistas a la playa de Gorliz.
Como dice un buen amigo…”Para vivir así, mejor no morirse nunca”.