Solía decir mi padre que aquí “se escucha el silencio” y realmente es así. Silencio, paz y tranquilidad. Tan sólo el paso de mercancías o el balido de algún rebaño de ovejas ocasional lo rompen.
Te asomes por la ventana que te asomes de la casa, lo único que se ve es naturaleza. Manzanos, avellanos, cerezos, encinas. Y en primavera la casa se rodea de flores. Rosas, jazmines, alegrías, begonias…
Y son las tardes de primavera o las sobremesas de verano cuando es un placer prepararte un café y sentarte bajo la sombra de las encinas a disfrutarlo y saborearlo lentamente, mientras terminas de leerte un libro o charlas con la familia. O sencillamente, contemplas las vistas con aroma a café que te ofrece.