Mutriku. Villa medieval y pesquera
No hay nada como levantarse, asomarse a la ventana, ver que se presenta un bonito día y pensar que nos quedan cuatro telediarios para que el mal tiempo nos visite, y organizar una ruta así, en un pis pas. Destino Mutriku. Y luego ya veremos, que el día aún es largo.
En el coche, le indicamos a nuestra GPSa la dirección. Mutriku, primer pueblo marinero de Guipuzkoa viniendo de Bizkaia y uno de los puertos más antiguos del Cantábrico. Y en menos de una hora desde Bilbao, nos deja a la entrada del pueblo. Eso sí, el viajecito por la autopista nos cuesta algo más de cinco eurillos.
Después de dar un par de vueltas alrededor del pueblo y no encontrar sitio para aparcar, nos vamos hacia la playa, siguiendo el cartel que está a la salida de Mutriku. Esto tiene pinta de alejarnos. A que nos quedamos sin visitar Mutriku?. Subimos un pequeño alto y, justo arriba, vemos un bar con una pequeña terraza. Parece que no hay nada más. Pero tiene pinta de tener unas estupendísimas vistas. Nos desviamos y aparcamos. Y nos asomamos a las vistas y al acantilado. En dos palabras. Im-presionantes. Desde aquí empezamos a ver los Flichs.
“Estratos rocosos a modo de costillar que se adentran en el mar y que revelan los cambios biológicos y geológicos de la tierra en los últimos cincuenta años”.
Resumiendo. Que son algo así como el ADN de la tierra. Una pena que la marea está empezando a subir y casi no se vean. Más tarde descubriremos que hay 8 km de costa, entre Mutriku y Zumaia, dónde se pueden apreciar estas formaciones. Incluso las hay en vertical. Y además, hay excursiones organizadas que te acercan a ellos.
Nos volvemos al coche. Y a punto estamos de seguir la carretera y continuar hacia abajo. Pero antes decidimos dar un paseo hasta un mirador que hay al finalizar el camino donde hemos aparcado. Y sorpresa!. Pero si estamos justo encima de la playa de Mutriku y su puerto!. Desde aquí vemos la piscina natural que se ha formado en el puerto. Bajamos. Tenemos una vista preciosa de Mutriku y su puerto.
Y empezamos la visita al pueblo cruzando una antigua lonja con amplios arcos que se asoman al puerto. Imposible no hacer una foto aquí. Nada más atravesarla, el cartel que nos indica dónde está la oficina de turismo (turismo bulegoa). Hay que subir una cuesta. Esto promete. Arriba nos espera el primer edificio declarado monumento histórico. El Palacio de Montalivet, un caserón de estilo barroco, reconvertido hoy, al menos en sus bajos, en una peluquería. Ay, si el Barón de Oña levantara la cabeza!.
Continuamos subiendo. De vez en cuando, entre las fachadas de las casas, unas escaleras que ascienden a otro barrio. Nosotros continuamos por las calles empedradas, buscando la “turismo bulegoa”. En cada calle aparece un edificio declarado monumento histórico. Y toca pararse a hacerle la foto. A este paso no llegamos a la oficina de turismo!. Otra esquina y pedazo caserón con pedazo escudo. Es el Palacio de Olazarra – Mizquia. Con unos grandes balcones de hierro forjado y un alero tallado en madera. Por fin llegamos a la plaza Churruca, centro neurálgico de Mutriku y donde está la oficina de turismo.
Entramos y pedimos información de Mutriku y los alrededores, “algo recomendable para visitar en un día”. La señorita de detrás del mostrados nos da un mapa turístico de Mutriku, bastante explícito, y una guía de toda Guipuzkoa. Le insisto. ” Y algo cercano que merezca la pena visitar a lo largo del día?”. Y me vuelve a remitir a la tocho de guía que me acaba de dar. Que depende de nuestros gustos… que ahí podemos tener un montón de planes. Ala, “y a cascarla a ampuero” le faltó decirme. Nos salimos de la oficina con una sensación de desamparo. Seguro que hay infinidad de cosas para hacer y para visitar cerca de Mutriku (como así he podido comprobar más tarde mirando en San Google). Una pena!.
Son ya las dos de la tarde. En la plaza Churruca, a un lado, tres o cuatro tabernas, al otro un par de monumentos. El estómago decide. Dejamos los monumentos para un poco más tarde. Nos sentamos en una de las terracitas a comer algo. Mientras, le echo un vistazo a la guía que nos ha dado la señorita de la oficina de turismo. Cerca tenemos Deba y también hay un valle que pinta bien. El Valle de Lastur.
Saciado el hambre empezamos a visitar los monumentos que hay en la plaza. El principal es la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, catalogada como Monumento Nacional de Euskadi. Con una escalinata que acaba en un pórtico que me recuerda a un templo griego. Muy cerca, en la misma plaza, está la Casa Galdona que tiene un bello escudo de armas en la esquina de su primera planta. Y en mitad de la plaza encaramado en un pedestal el ilustre Cosme Damian Churruca, héroe de la batalla de Trafalgar y científico.
Si queremos ver el valle de Lastur es hora de ir regresando al coche. Mientras bajamos, y orientados con el mapa, seguimos descubriendo más monumentos. Es curioso que un pueblo marinero sea tan rico en patrimonio histórico artístico.
Y llegamos al puerto. Antes de irnos, un cafecito en una de las terrazas con vistas al mar. Desde aquí volvemos a contemplar la entrada a su puerto. No es difícil imaginarse a los balleneros entrando en puerto o incluso algún que otro corsario atracando en el mismo.
Y junto al pasado, el futuro. Al final de la pequeña playa de Mutriku hay una “planta de olas”. Como suena. La primera planta comercial en toda Europa que aprovecha la energía de las olas para generar energía eléctrica. Para el que le interese, se hacen visitan guiadas a la planta. A nosotros se nos ha hecho ya un poco tarde. Tal vez, en otra visita, nos acerquemos a visitarlo.
Ahora sí. Vamos a conocer el Valle de Lastur. Le indicamos a nuestra GPSa que nos lleve a Lastur. Y fiel a sus principios, nos lleva por caminos imposibles. Nada más salir de Mutriku comenzamos a ascender por una carretera estrechísima y con curvas cerradas. Cruzamos los dedos para que no nos “crucemos” con ningún coche. A cambio, el paisaje te deja sin aliento. Es un valle ciego y alargado de origen kárstico.
Y llegamos a lo que es el núcleo de Lastur. Un restaurante, un frontón, un albergue, una antiquísima iglesia, una plaza que hace las funciones de coso taurino y un molino de agua. Ni más ni menos. Todo ello conforman una vista entrañable y espectacular.
Nos damos una vuelta por la plaza. Subimos hasta los molinos de Plazaola. Hacemos mil fotos. Nos empapamos del paisaje y…ponemos rumbo al “mundanal ruido”.
Esta vez no le hacemos caso a la GPSa y en vez de regresar por donde nos ha traído seguimos carretera hacia adelante. A la aventura!. Afortunadamente pronto encontramos la carretera, con su línea bien trazada en medio, que nos llevará hasta Deba. Siguiente pueblo a visitar.
Antes de llegar, una parada en un mirador desde que el que tenemos una magnífica vista de parte de la costa de Euskadi. En días despejados podríamos ver desde Lekeitio hasta más allá de Orio.
Seguimos descendiendo hacia Deba. Dejamos atrás Itziar. Pendiente también de visitar. Llegamos a Deba. Tres vueltas al pueblo y ni un solo sitio donde aparcar. Se celebra la Euskal Jaia y está a tope de gente. Otra vez será!.
De Deba solo nos queda poner rumbo a casa. Lo hacemos por la costa. Aprovechamos para visitar Lekeitio y más tarde Mundaka, aunque la tarde se nos ha echado encima y tan solo podemos acercarnos a su puerto. Y asomarnos a su playa desde el mirador.
Mientras regresamos organizamos una próxima excursión para visitar la costa entre Deba y Orio. Y conocer más a fondo los flichs de Zumaia.