Navarra. Dia 1: Foz de Lumbier y Selva de Irati
Nos vamos de finde a Navarra!!. En mente tenemos unas cuantas excursiones. Todo ello si el tiempo no nos lo chafa. Llevamos toda la semana mirando el “accuweather” y por más que lo miramos las nubes, nubarrones, lluvia y tormentas que pronostica no cambian. Se mantienen impertérritas con el paso de los días…las jodidas!!.
Y llega el sábado. A las 8.30 estamos listos para arrancar. El cielo nublado. Muy nublado. Nos amenaza con lluvia. Crucemos los dedos y esperemos que por Navarra San Fermín obre un milagro y no tengamos lluvia.
A nuestra GPSa le decimos que nos lleve hasta Lumbier. Nuestro primer destino. Vamos a hacer la Foz de Lumbier. Si el tiempo nos deja. Si no, pasaremos al plan B. Dos horas de camino sin quitar ojo al cielo. Y a sus nubarrones. Negros. Amenazantes. Pero de momento no cae ni una gota.
Llegamos a Lumbier. Los nubarrones han dado paso a un cielo casi despejado con una temperatura estupenda. San Fermín ha escuchado nuestras plegarías!!. No nos lo creemos!!. Antes de iniciar la ruta, una paradita a cargar fuerzas para el camino. Justo a la entrada del pueblo y antes de coger el desvio hacia la foz vemos el restaurante Hiru Bide. Tiene fuera una pequeña terraza con sombra perfecta para meternos la primera dosis de café.
Ya estamos en disposición de volver al coche y coger el camino a la Foz.
La Foz de Lumbier
Dejamos el coche en el parking que hay justo antes de comenzar la ruta. Antes, un guarda nos ha dado un ticket por 2,50€. Allí mismo hay baños, un puesto de información, un área para hacer barbacoa y mesas… y si alguien quiere, hasta puede alquilar, por 1 €, unos prismáticos.
Cogemos mochilas y los bastones para andar. Tenemos dos rutas para elegir. Nos quedamos con la sencilla. Que nos han dicho que es llana y apta para todo el mundo. Y que 3 km ya están bien para empezar!.
El camino discurre paralelo al rio Irati. Encajonado entre grandes paredes. Antiguamente, por estos parajes circuló el primer tren eléctrico de la Península. “El Irati”. En las paredes aún se conservan restos del trazado ferroviario. Unos privilegiados los pasajeros de este tren!
Atravesamos el primer túnel de la senda. Poco más de metro y medio. Desde la entrada se ve la salida. Al otro lado, nada más salir, tenemos un pequeño camino, un pelín tortuoso, que nos baja al lecho del rio.
Allí se ha formado una curiosa playa de guijarros. La vista, impresionante!. Nos entretenemos un buen rato contemplando el paisaje. Y a los buitres que sobrevuelan la foz. De momento estamos solos. Aprovechamos para hacernos unas cuantas fotos.
Empieza a llegar gente. Decidimos que ya es hora de regresar a la senda y continuar. Por el camino nos encontramos con un matrimonio que nos cuenta lo que la Wikipedia ya nos había dicho. Que ellos llegaron a viajar en tren por estos parajes!.
Llegamos al segundo túnel. Este es más largo. Algo más de 2 metros. Negro como la boca de un lobo!. No se ve ni cascorro!. Lo atravesamos. Con cuidado de nos tropezar y dar de morros con el suelo.
A la salida del túnel, unos paneles informativos hablan del Puente del Diablo. Avanzamos un poco más para ver si lo encontramos. Nada. Por aquí no se ve restos de ningún puente. Retrocedemos hasta el panel. Volvemos a mirar el mapa. Tiene que estar cerca de la salida del túnel. Si. Ahí parece que hay un camino que asciende. Y nos metemos por él. Al comienzo avisa de que la senda puede resultar peligrosa. Y allá cada uno con lo que haga!. Nos arriesgamos y subimos. El camino es escabroso. Y resbaladizo. A un lado la pared, con una cuerda para ayudarte en la subida. Al otro lado una buena caída y el rio Irati. La vista espectacular. Pero mejor centrar toda nuestra atención en el camino. Tiempo habrá de deleitarse con la vistas.
Despacito, como en la canción, llegamos al Puente del Diablo. Pero antes, ayudados por una cuerda, descendemos un trozo de roca. Quién me iba a decir que iba a hacer escalda y todo!!.
Del puente apenas queda nada. Y así ha sido desde 1812, que al parecer las tropas francesas lo destruyeron durante la Guerra de la Independencia al fin de evitar la comunicación entre las cuencas pirenaicas.
No hemos sido los únicos valientes, o inconscientes, que han sentido curiosidad por el puente con tan peculiar nombre. Hay que moverse con cuidado, que el espacio tampoco es tan grande. El puente es un improvisado mirador. Con unas vistas espectaculares. No aptas para gente con vértigo. Abajo, encajonado entre paredes, se ve al Irati. Nos asomamos con prudencia. Se me encoje el estómago. Arriba, en loa lato de la pared, algún que otro buitre nos observa.
Regresamos. Y volvemos a poner en marcha nuestras habilidades de escaladores. Y de nuevo, con cuidado de no caer, deshacemos lo andado hasta llegar a la entrada del túnel. Volvemos a atravesarlo. Me parece más oscuro que cuando lo cruzamos anteriormente.
Poco a poco llegamos al parking. La ruta ha sido fácil y cómoda de hacer. La foz nos deja un buen sabor. Y con las imágenes de ella aún en la retina, le indicamos a la GPSa nuestro próximo destino!!. La Selva de Irati.
La Selva de Irati
Tenemos algo más de una hora antes de llegar a Orbaizeta, por donde entraremos a la Selva de Irati. Por el camino hacemos un alto en el pantano de Usoz. A 20 minutos de Orbaizeta. Y encajonado en una foz de 2 km de largo. Pensamos que es un buen sitio para sacar los bocadillos y comer. Hay preparadas unas mesas y las vistas al pantano merecen la pena. Cambiamos de idea nada más poner un pie fuera del coche. Hace un viento huracanado!. Así es imposible sentarse a comer!. Un vistazo al pantano y rápidos al coche. Mejor seguir hasta Orbaizeta. De momento, seguimos con buen tiempo, aunque a lo lejos, algún nubarrón nos acecha.
En Orbaizeta nos guiamos por los carteles que nos indican el camino a la Selva de Irati. Enseguida llegamos a un parking. A un lado de la carretera hay unas mesas. Perfecto para sacar los bocadillos y comer. Como testigo de nuestra comida campestre, una solitaria tienda de campaña en lo que parece un improvisado camping.
Recogemos y seguimos ruta con el coche. Hasta llegar a un segundo aparcamiento. En este también hay unas mesas dispuestas. Allí está la entrada a la Selva de Irati. Después de la Selva Negra de Alemania es el mayor hayedo de Europa. Nos acercamos a pedir información al puesto de información que hay allí. Nos aconsejan hacer la ruta Los Paraisos – Erlan. Hay que volver a coger el coche y conducir 8 km hasta el siguiente aparcamiento. Pero antes, tenemos que pagar 5 euritos por entrar.
De camino alguna que otra vaca nos mira, con aire indiferente, al pasar.
En el parking volvemos a coger los bastones y las mochilas. Más allá los coches ya no pueden pasar. La pista parece cómoda. Los nubarrones han dado paso a un cielo casi despejado. Y la temperatura es magnífica!. Aun así, se agradece la sombra de las hayas!. Miramos hacia arriba. Mira que son largos!!.
Enseguida de empezar a hacer la ruta vemos el embalse de Irabia. En el puesto de información nos han dicho que es un embalse artificial. Bajamos hasta su orilla. Es inmenso!. Hay alguna ruta que bordea el embalse. No va a ser la nuestra. Tal vez la próxima vez!
Volvemos al camino y continuamos con nuestra ruta. Tranquilos. Charlando. Contemplando el paisaje. Y desnucándonos de tanto mirar hacia arriba. Hacia la copa de las hayas.
Llegamos a un desvío. Aquí, un cartel nos indica la ruta a seguir. La de Los Paraisos – Erlan. Se adentra en el bosque. Tenemos que dejar el camino. Dudamos. Volvemos a mirar el poste indicativo. Si. Parece que es por ahí.
Nos metemos en el corazón de la Selva. Y empezamos a caminar entre las hayas. De vez en cuando una subida, que con los bastones se hace fácil. Seguimos el camino. El sol, a ratos, consigue atravesar la copa de los árboles. La temperatura es la perfecta para andar. El suelo, cubierto de hojarasca, invita a tumbarse.
En todo el recorrido no nos hemos topado con absolutamente nadie. O bien todo el mundo está en San Fermín o los pronósticos de lluvia y tormenta han desanimado a la gente. Así que hemos tenido la selva para nosotros solos!.
Después de un rato de caminata empezamos a descender. En poco estamos de nuevo en la carretera. Ahora el dilema es saber si tenemos que ir hacia la derecha o hacia la izquierda para llegar al aparcamiento donde hemos dejado el coche. Tiramos de intuición y nos decidimos por la izquierda. Como nos hayamos equivocado…No. Tenemos el río a nuestra derecha. Vamos bien. Hay que andar un trozo. Y aquí ya no tenemos la sombra de los árboles. Y el sol, casca bien!.
Los chicos se adelantan a buscar el coche. Son las seis de la tarde. Si que nos está cundiendo el día!. Decidimos que antes de ir a Otxagabia nos acercaremos a Roncesvalles. Pero antes, queremos visitar la Fábrica de armas de Orbaizeta. Hay que aprovechar el buen tiempo que nos ha salido!.
Buen tiempo?. Eso que está ahí delante es niebla?. Pero si aquí calienta el sol?. En medio metro hemos pasado de tener un día soleado a no verse un palmo más allá de las narices!. Increíble!. Y los nubarrones que se ven!.
Las vacas de la subida a penas las distinguimos.
En Orbaizeta seguimos los carteles que indican dónde está la fábrica. Ha empezado a llover. O es el agua de la propia niebla. Llegamos a la fábrica. Cerrada a cal y canto. Un cartel avisa de que está prohibida la entrada y que puede haber desprendimientos. Más tarde, en San Google, descubro que si quieres visitarla ha de ser con un guía.
Roncesvalles. Lugar de peregrinos
Pues vuelta al coche y para Roncesvalles. En 25 minutos hemos llegado. Aparcamos. Sacamos paraguas y buscamos algún sitio para tomarnos nuestra dosis de café. La niebla sigue cubriéndolo todo.
Repuestas las fuerzas, nos disponemos a visitar Roncesvalles. El pueblo en sí es pequeño. Paso importante de peregrinos. Lugar donde se juntan historia y leyenda.
Orreaga-Roncesvalles guarda memoria de gestas y cantares,
del paso de viejas calzadas y peregrinos agotados en ruta a Compostela
de reyes que alzaron hospitales, iglesias, claustros y capillas
de hospitaleros que fueron y son sacramento de acogida
del amor por su Señora de los valles vecinos,
de su cofradía y de sus romeros,
y de sus muchas cruces…
Nos acercamos hasta el Hospital de Peregrinos y la Colegiata. Entramos en ella. Hay una coral que está empezando a cantar. Nos quedamos extasiados escuchándoles. Qué paz se respira. Después de tanta caminata se agradece sentarse a escucharles.
Aprovechamos una parada entre canción y canción para salir de la iglesia. Seguimos recorriendo el pueblo. Son ya más de las siete.
Vemos en una puerta que se anuncia la venta de queso de Roncesvalles. Entramos. Probamos. Compramos uno. Allí mismo, también se cogen las visitas guiadas a la Colegiata. Pero hemos llegado tarde. El último pase ya ha sido.
Con el queso de Roncesvalles en la bolsa y la niebla por compañera ponemos rumbo a Otsagabia, que ya va siendo hora y nuestros cuerpos piden una ducha relajante a gritos!!.
Otsagabia. El pueblo más bonito del Pirineo Navarro
Nos separan casi 40 km de Otsagabia. El camino se hace entretenido. A pesar de la niebla y de la fina lluvia. Y de un pequeño tramo de bajada con curvas cerradas. Atravesamos pueblos que nos recuerdan a Francia. Será la cercanía…
En Otsagabia aparcamos cerca del rio Anduña y de su puente medieval. En la otra orilla unas cuantas terrazas. Luego nos daremos una vuelta por ellas. Si la lluvia nos respeta.
Toca buscar la casa rural que hemos alquilado. Como indicación tenemos que está cerca de la iglesia. Y hacia allí nos encaminamos. El camino está lleno de casas que se ofrecen a los turistas. La nuestra es Casa Rural Sarbide. Enseguida damos con ella. A un palmo de la iglesia. Esperemos que por la noche “apaguen” las campanas. Que acabo de oír las “y media”. Nos recibe la hija de la propietaria. Nos instalamos y hacemos turnos de ducha.
Descansados y relajados volvemos a salir. Hay que buscar un sitio para cenar. Está ya anocheciendo. Una mirada al cielo para ver cómo van los nubarrones. Parece que bien. Se están disipando. Damos una vuelta por el pueblo. Calles estrechas, para protegerse del frío invierno. Calles empedradas no aptas para tacones. Tejados, muchos de pizarra negra, empinados para aguantar el peso de la nieve. Y portalones a los que nos vamos asomando con curiosidad. Nos llama la atención las cruces que vemos en muchas casas.
En la plaza vemos un restaurante que nos convence. Platos combinados, hamburguesas, bocadillos, raciones… No se hable más. Por mayoría absoluta decidimos cenar aquí. Pero antes, un paseo por el pueblo para conocer su ambiente. Y sus bares y terrazas.
A las 10.00 nos volvemos a acercar hasta el restaurante. Lleno hasta la bandera!. Tenemos mesa por los pelos!. Pedimos. Cada uno un plato de su padre y de su madre. En la tele, una corrida de toros. No nos parece lo más adecuado…pero eso es otro tema. A pesar de ello, cenamos a gusto. Y bien.
Antes de irnos a casa pensamos dar un paseo por el pueblo y ver el puente medieval iluminado. Pero las ganas se nos quedan mojadas en cuanto salimos a la puerta del restaurante. Y ahora si que no tiene pinta de “escampar”.
A paso ligero enfilamos hacia la casa. Esperamos a que Morfeo nos llame echando un chinchón. La partida no se alarga demasiado. “Chinchón”!!. Canta uno de nosotros. Se acabó. Hora de irse a la piltra. Mañana toca jornada dura.