Ruta de las Pasarelas – Desfiladero de los Hocinos
Volvemos a encontrarnos con el Ebro. El otro día nos fuimos hasta Cantabria, a Fontibre, donde nace, para luego bordear el embalse. Y hoy nos acercamos hasta los valles de Manzanedo y Valdivielso en Burgos, para hacer una ruta por el Desfiladero de los Hocinos, con el atractivo de tener que cruzar un par de pasarelas, adheridas a la roca, para salvar el Ebro.
Esta vez, tampoco madrugamos. Benditas horas de sol!!. Hemos quedado en Villarcayo con parte del grupo con el que vamos a hacer la ruta. Pero antes de ponernos en marcha todos junots, un cortadito para reponer fuerzas. Y una visita al baño, que nunca se sabe cuándo ni cuánto tardaremos en encontrarnos con otro.
Listos ya y con la dosis justa de cafeina, subimos a los coches. Nuestro destino es un puente del que parte la ruta. El Puente del Aire. De Villarcayo al Puente del Aire, en Valdenoceda, tardamos muy poco. De camino hay tiempo para desviarnos un poco y visitar el Monasterio en ruinas de Rioseco. Nosotros ya lo conocemos, pero es uno de esos sitios que no deja de sorprenderte cada vez que lo ves.
Hay poca gente visitándolo. Recorremos sus ruinas durante un rato. En su día tuvo que ser un señor monasterio. Ahora lo están volviendo a recuperar para disfrute de “viajeros” que se acercan hasta él. En verano se hacen visitas guiada donde te contarán la historia y vicisitudes del monasterio y sus ocupantes.. Unas cuantas fotos … y volvemos a los coches.
Regresamos a la carretera. Antes de llegar al Puente del Aire, de donde partirá la ruta, avanzamos por el cañón del Ebro durante 3 km. Zona de curvas entre una pared vertical por un lado y el Ebro por el otro.
Llegamos al Puente del Aire. Lo cruzamos. Descendemos con los coches hasta la misma orilla del Ebro. Hay un área de descanso con mesas y bancos de piedra. Y una barbacoa. Perfectos para comer los bocadillos a la vuelta!. Desde aquí abajo vemos el único ojo del puente. El Ebro va bien cargadito de agua!.
Agua… Y barro es lo que tenemos en el inicio de la ruta. Al lado del área de descanso hay un poste donde se indican las rutas que se pueden seguir. Seguiremos la de GR99. Camino del Ebro. La roja y blanca. No tiene pérdida.
Con cuidado, y algún que otro resbalón que no llega a más, vamos sorteando el agua y el barro. Llegamos hasta una pequeña pasarela de metal sobre un riachuelo. Estamos en la Fuente de Marfil. Aquí se recogen las aguas de varios arroyos que bajan de la Sierra de Tudanca.
A partir de aquí el camino se vuelve transitable. Dejamos el barro atrás y entramos en un bosque “ribereño”. Encinas, enebros, madroños, acebo o robles le dan un aire misterioso.
Seguimos la senda marcada en rojo y blanco. Con el Ebro de compañero. A ratos pegado a nosotros. Otros, alejándose un poco. El camino se hace cómodo.
Llegamos a la primera pasarela de metal sujeta a una roca saliente sobre el río. Subimos unas escaleras y la atravesamos. Es corta. El suelo enrejillado te deja ver el agua.
A lo largo del camino hay pequeños desniveles que salvamos sin mayores dificultades.
Continuamos caminando por el bosque, con el río Ebro de compañero. Enseguida llegamos a la segunda pasarela. Pero antes hay que poner a prueba nuestra agilidad. Hay que salvar una pequeña subida entre rocas y luego algún escalón un poco más alto de lo normal. Pero nada que no se pueda subir.
Todo ello para alcanzar la última pasarela. Este es mucho más larga que la primera. Y al igual que la otra está sujeta a una roca que sobresale sobre el río. De otro modo, sería imposible continuar la ruta. Salvo por el agua. Desde ella tenemos una buena vista del río Ebro.
Desde aquí andamos un poco más pero enseguida decidimos dar la vuelta y regresar al Puente del Aire por el mismo camino por donde hemos venido. El hambre empieza a llamar a nuestros estómagos. Alguien saca una bolsa de frutos secos que va de mano en mano. El cielo empieza a anunciar lluvia. Aceleramos el paso un poco.
En menos de dos horas estamos de regreso al punto de partida. Volvemos a embarrarnos y a hacer equilibrios para llegar hasta el área de descanso. Allí, en las mesas y bancos de piedra, desplegamos el avituallamiento. Y entre comentarios de la ruta, algún que otro chiste y miradas de reojo al cielo, damos cuenta de bocadillos, queso y nueces y algo de embutido.
Desde aquí continuaremos camino hacia Oña primero, donde veremos el Monasterio de San Salvador y seguido nos acercaremos a Pedrosa de Tobalina, a ver su cascada. No hay tiempo para más. Mañana es lunes.