La ruta de hoy la vamos a realizar por la comarca de Ribamontán al Mar, en Cantabria. Se trata de un municipio costero formado por los pueblos de Carriazo, Suesa, Somo, Langre, Loredo, Castanedo y Galizano. Todos no vamos a visitar. Incluso veremos alguno que no pertenece a esta comarca.
Nuestro primer destino será Galizano. Aparcamos cerca de la ermita de Nuestra Señora de la Asunción (S. XVII). De estilo gótico. Está cerrada, con lo que no podemos ver el interior. Nos tenemos que conformar con dar una vuelta a su alrededor y hacer alguna foto por fuera. De ahí, a tomarnos un café. Cerca hemos visto una terracita con buena pinta. El resto del pueblo no parece tener mayor interés.
Una vez metida la primera dosis de café en el cuerpo nos acercamos hasta la playa de Galizano. Tiene un amplio aparcamiento donde dejamos el coche. A pesar de que el día está soleado y la temperatura es buena no hay demasiada gente. Desde el aparcamiento hasta la playa hay un pequeño camino bien acondicionado.
A la entrada de la playa, una pequeña terracita. También cerrada. La playa, rodeada de rocas, es de arena fina. Y una curiosidad. Tiene un río que muere entre sus olas!!.
Con marea baja es amplia. Con marea alta debe reducirse bastante. Aún así, playa bonita, bonita.
Dejamos Galizano y su playa. Siguiente destino, la playa de Langre. Nuestra GPSa nos conduce entre verdes campos hasta llegar a ella. Aquí sí que hay más gente!. Aparcamos en la cuneta. Nos dicen que en verano, aunque no se masifica, el aparcamiento gratuito escasea, con lo que no te queda otra que aparcar en terrenos que los lugareños alquilan como parking.
Esta playa es mucho más grande que la de Galizano. Alargada y rodeada de acantilados. Según dicen, una de las más bonitas de la costa de Trasmiera. Yo me quedo con la de Galizano. Para acceder a ella hay que descender unas escaleras de piedra. Optamos por observarla desde arriba.
Nos volvemos al coche. A 6 km está Loredo. Atravesamos el pueblo. En verano tiene pinta de ser muy turístico. Dejamos el coche en el parking que está a la entrada de la playa. También, justo a la entrada, hay un camping. En ésta ya hay mucha más gente aprovechando a tomar el sol. La playa larguísima. Y con mucho viento. Para los surfistas que la frecuentan, genial!.
Desde la misma playa divisamos la torre de una iglesia. Deber ser la del santuario de Nuestra Señora de las Latas. Curioso nombre. Ese va a ser nuestra próxima visita. De camino, en la carretera, vemos un “chiringuito” con muy buena pinta. Anotado en algún rincón de la memoria.
Subimos hasta el Santuario de Nuestra Señora de las Latas (XVI), considerado como el de mayor devoción de la comarca de Trasmiera. Algunos le llaman “la catedral” de Loredo. Grande es. Y bonito. Al menos por fuera. Está rodeado de una amplia campa muy bien cuidada. Tampoco lo podemos ver por dentro. Cerrado. Habrá que conformarse con hacer unas cuantas fotos de su exterior.
Rescato de la memoria el “chiringuito” que hemos visto antes de subir hasta el Santuario. Por unanimidad decidimos acercarnos hasta él. Ya va siendo hora de una segunda dosis de café. Cogemos sitio en la campa que tiene acondicionada. A la sombra de unos árboles. Qué bien que se está!!. Casi que en vez de un café nos pedimos algo para beber. Y lo acompañamos con un plato de kiskillas.
Son ya las dos de la tarde. Buena hora para pensar en la comida. Y además, las kiskillas nos han abierto aún más el apetito. Cercar del Santuario hemos visto una campa con mesas. Un buen sitio para sentarse y sacar los bocadillos que llevamos preparados. El lugar está muy solicitado, pero al final localizamos una mesa libre.
Ya sólo nos queda por visitar un pueblo más de la comarca de Ribamontán al Mar. Somo. A unos tres kilómetros de donde estamos. Muy del estilo de Loredo. También se le conoce como “el pueblo de la cerámica”. Nosotros nos dirigimos hacia su playa. Una enorme duna nos da la bienvenida. La escalamos para poder contemplar la playa en toda su amplitud. Al igual que la de Loredo, el viento sopla con fuerza. Y esta vez, a los surfistas que están en el agua se unen los que están haciendo parapente.
De aquí, atravesamos el puente que une Somo con Pedreña y ponemos rumbo hacia Liérganes. Entramos en los Valles Pasiegos. Más en concreto en el Valle del Miera, al que pertenece Liérganes. Va a ser la segunda vez que visitamos este pueblo. De la primera no tengo recuerdo de que fuera un pueblo que me atrajese. Pero… al buscar la ruta en san Google decian de él que ha entrado a formar parte del selecto club de “uno de los pueblos más bonitos de España”. Y eso sin contar que posee …un conjunto urbano declarado de interés histórico artístico desde el año 1978.
En algo más de veinte minutos estamos aparcando en Liérganes. Lo primero, buscar la oficina de Turismo. Está en el paseo del rio. Ahí nos informan de lo que se puede visitar. Nos indican dónde está el casco antiguo. En el barrio Mercadillo. Ahí tenemos también el Puente Romano y la famosa estatua del hombre pez de Liérganes. Allí mismo está el molino. Si queremos, podemos hacer una visita guiada. Y para finalizar, la iglesia de San Pantaleón que, “aunque ahora está ya cerrada, nos dice la chica de turismo, podéis subir hasta ella porque desde allí tenéis unas vistas estupendas de todo Liérganes”.
Con toda la información recogida nos vamos hasta el barrio de Mercadillo. Seguimos el paseo siguiendo el curso del rio y enseguida entramos en el barrio. No tiene pérdida. Lo primero que llama nuestra atención son las famosas “Tetas de Liérganes”. No. No es ninguna escultura que resalte dicha parte de la anatomía femenina. Se trata de dos turgentes elevaciones rocosas llamadas Marimon y Cotillamon desde las que se puede contemplar la bahía de Santander y Liérganes.
El barrio de Mercadillo es una calle llena de encanto, con casonas de piedra cuyas fachadas están repletas de flores. Un paseo para disfrutar.
A mitad de calle están las indicaciones que llevan hasta el Puente Mayor. Allí está la estatua del hombre pez. Y el molino. Pero nosotros continuamos calle adelante. Parándonos a cada instante para contemplar las casas!!. Y así llegamos hasta la Plaza del Marqués de Valdecilla. Pequeñita. Rodeada de hermosas casas de piedra.
Nos llama la atención una. De fachada ennegrecida. Es la Casa de los cañones. Flaqueada por dos cañones que recuerdan que en su día fue la fábrica de artillería de Liérganes.
Retrocedemos y volvemos a salir a la calle de Mercadillo. Continuamos nuestro paseo. El siguiente edificio con el que nos encontramos nos sorprende por diferente. Se trata de La Giraldilla. Una posada y restaurante que por su forma recuerda, o quiere recordar, a la Giralda de Sevilla. No sé yo si lo logra del todo…
Estamos casi saliendo del casco antiguo así que damos media vuelta y regresamos sobre nuestros pasos. Siguiente visita el Puente Mayor. En sus orillas la estatua del hombre pez en homenaje al paisano de Liérganes que desapareció un buen día en las aguas de la ria del Nervión (Bilbao) y no apareció hasta cinco años más tarde en Cádiz. Cuenta la leyenda que fue “pescado” por unos pescadores y que la única palabra que pronunció fue Liérganes. De vuelta a su pueblo estuvo unos años tras los cuales, un buen día, volvió a desaparecer en la mar y nunca más se supo de él.
Allí también está el molino. Hay visitas guiadas. Nosotros optamos por regresar hasta el coche. Queremos subir hasta la iglesia de San Pantaleón. Dicen que fue una iglesia templaria.
Aquí arriba no hay nadie. Tenemos una buena vista del pueblo de Liérganes y de sus tetas. La iglesia, por fuera, austera. El paisaje que la rodea precioso. Y bajo la sombra de unos árboles unas mesas de madera con bancos. Y al lado unos columpios. La tentación es mucha como para no subirse a ellos. Y columpiarse.
Dejamos los columpios, San Pantaleón y Liérganes. La tarde se nos está echando encima poco a poco y queremos hacer una última visita antes de poner rumbo a casa. A 30 kilómetros está Puente Viesgo. Aunque ya lo hemos visitado en varias ocasiones, nuestros amigos no han estado nunca.
Seguimos en los Valles Pasiegos pero esta vez entramos en el Valle del Pas al que pertenece Puente Viesgo. Lo más destacado de él, su balneario, que se hizo famoso hace ya unos cuantos años por ser lugar de concentración de la selección española de fútbol.
Damos un pequeño paseo por su Vía Verde del Pas. Aun se conserva la antigua estación. Y una locomotora.
Seguimos el paseo hasta llegar a un puente sobre el rio Pas. La estampa que nos ofrece es bonita. Unas cuantas fotos por parte de los amigos y vuelta hacia el pueblo. No hay mucho más que visitar. A las afueras hay unas cuevas. Nosotros preferimos buscar una terraza y tomar los últimos cafés del día antes de regresar a casa.