Suena el despertador. Hemos dormido del tirón como hacía tiempo!. Nos levantamos y… mecagüen la senda del Portillo!!. Qué agujetas!. Si parezco robocop, no puedo doblar ni un ápice las piernas!. Ni sentarme en el baño!. Como puedo, nos preparamos y bajamos a desayunar. Un par de zumos, otro de Cola Caos, unas tostadas con mermelada y mantequilla y un buen trozo de bizcocho casero. Suficientes para afrontar el nuevo día. Vuelta a la habitación a recoger la maleta y resto de bártulos. Una mirada rápida para descartar que nos dejemos algo y para abajo. Entregamos la llave a Julio y nos da la ruta que nos ha planificado para hoy: “Calatañazor, la Fuentona y el Sabinar de Calatañazor. Luego hacia el Burgo de Osma y de ahí hacia Ucero y visitar la zona del Cañón del rio Lobos. Seguido subir el puerto hacia San Leonardo de Yagüe a ver su impresionante castillo y allí coger dirección Salas de los Infantes. Si hay tiempo, y ganas, visitar Covarrubias. Y luego ya hacia Burgos y para casa”. Pufff, para mí que va a ser mucho. Ya veremos cómo se plantea el día. Además nos dicen que va a llover. Y eso que luce un sol radiante!.
Nos despedimos de Julio y antes de comenzar la ruta paramos en el pueblo, en Vinuesa. Que aún no lo hemos visitado. Otro pueblo de los llamados Pinarenses. Éste más grande que los de ayer, pero de características similares.
De nuevo en el coche. Le decimos a nuestra GPSa que nos lleve a Calatañazor. Allí Julio nos ha recomendado visitar la Fuentona y el Sabinar. Y por supuesto Calatañazor. ” Os va a gustar” nos ha dicho. Enseguida vemos las indicaciones hacia Calatañazor y a la Fuentona y al Sabinar. Todo en la misma dirección. No hay pérdida. Decidimos visitar primero la Fuentona. Pasamos por delante del Sabinar. Mejor paramos a la vuelta, que he leido en la wikipedia que “es un bosque de sabinas albares que acoge a algunos de los ejemplares más longevos y elevados de esta especie de la península Ibérica“.
Llegamos a Muriel y aparcamos el coche en la cuneta, a la entrada del pueblo. A mano derecha está la carretera que te lleva a la Fuentona. De nuevo, el estado del asfalto nos hace dudar de si acercarnos con el coche o ir dando un paseo. Al final decidimos ir a patita. Varias veces estamos tentados de darnos la vuelta y coger el coche. Qué calor!. Y de la Fuentona ésa ni rastro. Por fin llegamos al parking que da acceso a la Fuentona. Qué suerte que no hemos venido con el coche. Esta vez sí que hay que pagar los cuatro euros por dejar el coche. De ahí hasta la Fuentona algo menos de un kilómetro andando. El paisaje, como todo lo visto en Soria hasta ahora, no defrauda. Y llegamos. Y… esto es la Fuentona?. No sé lo que nos esperábamos, pero lo que yo veo es una “charca” un poco grande. Bonita, sí. Pero yo me había hecho otra idea… Claro que, lo interesante es lo que no se ve y lo que oculta en su fondo. Si hasta los del “Al filo de lo imposible” han hecho un programa con ella!.
Apenas unos minutos contemplándola y media vuelta. Regresamos al coche. Muertos de calor y llenos de polvo!. Una mirada rápida al rededor y como allí no hay nadie, decidimos que es un buen sitio para cambiar los pantalones largos por los cortos. Esto ya es otra cosa!. En marcha para Calatañazor!. Para cuando nos queremos dar cuenta nos hemos pasado el Sabinar. El hambre y el cansancio empiezan a pasar factura. Otra vez será.
Aparcamos el coche debajo de la muralla y subimos andando hasta el pueblo. Precioso pueblo medieval de calles empedradas con cantos redondos, de casas hechas de piedra, barro y maderas. Muy pequeño, pero con mucho encanto. Para pasear tranquilamente por él y asomarse a lo que debió ser su castillo. Pero antes de la visita, parada a comer. Julio nos había recomendado un restaurante. “Es muy pequeño. Dos plantas con tres mesas en cada una. El Palomar” nos había dicho. No hay más indicaciones para localizarlo. Como no hay restaurantes en el pueblo… Tiramos por la primera calle que vemos. Estamos de suerte. Aquello redondo tiene pinta de haber sido un palomar. Y efectivamente. Es el restaurante. Aún no hay ningún comensal. Nos sentamos en una de las tres mesas de la primera planta. A la parte de arriba se accede por una escalera estrecha. Pido permiso para subir. Muy coqueto. Pequeñito, sin esquinas y con un ventanuco con vistas a Calatañazor. Nos atienden rápido. Enseguida se llenan las otras dos mesas. El café pedimos que nos los sirvan en el jardín. Como unos marqueses!. A la sombra de los árboles. Todo muy idílico… si no sería por las moscas “cojoneras” que nos sobrevuelan.
Con el regustillo a café aún, ponemos rumbo a Burgo de Osma. Cada vez más nubarrones. En la radio ponemos el partido del Athletic. Minuto 75 y empate a cero. Bieeenn!. Pero los nubarrones no sólo se acercan por la carretera… Final del partido. Perdemos 2 – 0. Otra vez será!.
Llegamos a Burgo de Osma y empieza a llover. Buscamos el casco histórico. Damos un paseo por él. Me esperabas más. Tal vez influya la lluvia y el cansancio. Intentamos entrar en la Catedral, pero hay una boda y no se puede. Pues nada, al coche y carretera. A estas alturas ya estamos saturados de tanta visita así que decidimos que lo mejor es coger autopista y para casa. El Cañón del Rio Lobos y todo lo demás se merecen una visita en condiciones.
Antes de llegar a casa hacemos una parada en Lerma, para descansar un poco y tomarnos algo. De paso, compramos unos bombones en uno de los conventos de clausura que hay. Para el viaje. No nos duran ni un suspiro y medio!.
Soria, realmente eres increíble. Nos quedan pendientes unas cuantas visitas.