Martes. 7.00 de la mañana. Suena el despertador. Hace casi una hora que estoy despierta. Y menos mal. He recordado que no había metido el secador y que tampoco había cogido la tarjeta de la seguridad social. Eso me pasa por preparar la maleta el día anterior. Y no con una semana de adelanto, como es mi costumbre.
A las 7.45 estamos listo para arrancar. Nuestra GPSa tiene metido su primer destino. Ainsa. En poco más de cuatro hora podríamos estar allí. Pero ya sabemos que eso no va a ser así. Si me conoceré yo!
En Bilbao, cogemos dirección Vitoria. Una vez pagado el peaje, algo menos de 4,50 €uros, decidimos parar a desayunar. En la barra, tomándose algo, Juanito Oirzabal. El montañero vasco. Será una premonición de lo que nos espera?. Quince minutos para desayunar y continuamos hacia Pamplona. Nuevamente dejamos la autopista de pago (2,10 €uros) y nos salimos en el Embalse de Yesa. Mira que es bonito!!. Y grande!!. Y qué azul más turquesa!!. Esto se merece alguna foto. Paramos?. Paramos. Y desde arriba, desde la carretera hacemos alguna que otra foto.
Continuamos. Empezamos a ver las típicas casas pirenaicas. Muros piedra y tejados de pizarra negra. Y en las inmediaciones del embalse algún pueblo abandonado. Da como cosa verlos así. Son pueblos fantasmas. La imaginación se desborda…
Llegamos a Jaca. Echamos gasolina y cogemos dirección Sabiñánigo. Hay tramos en los que la carretera se estrecha un poco. Por el camino vemos a varios peregrinos. Estamos en el Camino de Santiago.
Son las 12.00. Va siendo hora del cafecito. Y de hacer una nueva parada. Boltaña parece un buen sitio para parar. El cartel que anuncia que tiene conjunto medieval es un buen motivo para dedicarle algo de tiempo. Así que paramos. No sin antes cruzarlo con cierta dificultad. En este pueblo no hay ley!!. Coches aparcados a derecha e izquierda de la carretera formando, a ratos, un considerable tapón.
Buscamos la oficina de turismo. Está en la misma carretera. Hay dos personas atendiendo. Nos toca la más mayor. Le pido información del pueblo. Otra pareja entra detrás de nosotros. “Ustedes también quieren información de Boltaña?. Entonces acérquense que les explico a la vez”. Y empieza a disparar. Yo ya no sé si nos está hablando en castellano o en patués. Le pillo la información a medias. Se nos ahoga. Pero enseguida coge aliento y continúa disparando. Y anotando cifras y fechas en sendos mapas que tiene sobre el mostrador. Y hace círculos en las cosas importantes. Menos mal!!. Algo nos está diciendo de unas… gordas o bordas o sordas que hay en la entrada del pueblo…”Perdone…qué es lo que ha dicho que hay a la entrada del pueblo?”. Unas “gorgas”!!. Ah!. Y… eso qué es lo que es??!!. Pues piscinas naturales que se forman en los ríos, en este caso en el río Ara. El único río virgen de España!. Mira tú que bien!. Qué cosas.
Con toda la información que nos ha dado, o mejor, que hemos intuido, nos acercamos hasta la Gorga. Está a la entrada del pueblo. Ahora entiendo la cantidad de coches que había aparcados!. Todos sus dueños deben de estar aquí. Dándose un buen chapuzón.
Desde arriba, desde el puente, se tiene una buena panorámica de la Gorga. Y de sus aguas limpias y cristalinas. Intuyo que deben de estar heladas!.
Callejero en mano, damos media vuelta y nos vamos a visitar el casco antiguo. Creo que la metralleta de la oficina de turismo nos ha dicho que es uno de los cascos históricos más grandes de la zona. Empezamos a subir. Cuesta arriba. Una constante en estos días. A partir de ahora todo va a ser cuesta arriba.
El pueblo es bonito. Calles estrechas. Casas de piedra centenarias. En algunas vemos escudos heráldicos. La mayoría lucen balcones y ventanas con flores. Muchas tienen aleros de madera. Balcones de forja…
Y llegamos a la plaza del Ayuntamiento. Diferente a las que estoy acostumbrada a ver. Allí también está la Colegiata de San Pedro. Dicen que la más grande del pirineo aragonés. La señora metralleta nos ha rogado encarecidamente que la visitemos. Que su coro tiene una sillería digna de ser vista. Así que le hacemos caso y entramos. Con un euro encendemos las luces del coro. Cual polillas a la luz se acercan a verlo también otros visitantes de la colegiata. Está formada por 27 asientos de madera de nogal y cuenta la vida de San Benito (fundador de la orden benedictina, que lo he leído en San Google).
Si tenéis suerte, dentro os podéis encontrar con Vicente. El “guardián” de la Colegiata. Que muy amablemente os enseñará pequeños secretillos de la misma. Como la sacristía. Donde se guardan pequeños tesoros (materiales) y un par de ellos más históricos.
Fuera ya de la sacristía nos lleva hasta la pila bautismal. “Hecha de una sola pieza”, nos dice. “Sácale una foto. Pero mejor ponte desde este ángulo, que así sale también la fecha”. Tanto tiempo mostrando la colegiata, que ya sabe cuál es el mejor ángulo para las fotos!.
Y por supuesto nos habla del coro. La joya de la colegiata. Lleva aquí desde los años cincuenta (o sesenta). Lo trajeron desde el Monasterio de San Victorián pieza por pieza. A caballo. Con los caminos como estaban antes!.
Hora de despedirnos. Le preguntamos a Vicente que es lo que tenemos que darle por hacernos de guía en la colegiata. “Nada”, nos dice. “O la voluntad, si es que quieren. Que esto yo lo hago con gusto desde que estoy jubilado”. Y no sé cómo acabamos hablando de las jubilaciones, del euro que les han subido y del nuevo impuesto que la comunidad aragonesa les quiere cobrar. Diecisiete €uros que tienen que pagar ahora, se queja Vicente.
Le agradecemos a Vicente la visita. Nos aconseja subir hasta el castillo. Pero con tranquilidad, nos dice. Y nos recomienda un sitio para comer. “Mucho más barato que estos que están aquí por la plaza. Y buenas raciones”. Nos despedimos.
Las 13.30 y yo sin mi dosis de café!. Buscamos el restaurante que nos ha aconsejado Vicente. Nos pilla de camino al castillo. Tienen sitio para comer. Menú 13 €uros. Nos pedimos un par de cervecitas con limonada. Que la hora del café ya se me ha pasado. Nos las tomamos en la terraza, a la sombra.
Preguntamos cuánto se tarda en subir hasta el castillo. Unos 15 o 20 minutos nos dicen. Pues subimos. Ya que estamos…Y otra vez monte arriba!. Con la solana que hay!. Y con lo poco amiga que soy yo de cuestas!. Al cabo de unas cuantas paradas para coger aliento, llegamos por fin!. Lo hemos hecho en 10 minutos. Qué máquinas!!.
Como una posesa corro hacia un banco de piedra que hay a la sombra. Y me despatarro en él. Qué a gusto se está con la brisilla que corre!. Recupero el aliento. Estamos en la ermita de Santa Lucia. Desde aquí tenemos una buena vista de Boltaña. El paisaje que nos rodea es espectacular. Empezamos a divisar los Pirineos.
Un pequeño esfuerzo más y llegamos al castillo. A sus ruinas. Porque apenas queda nada de él.
Cuentan que fue en parte construido allá por el año 1017 por maestros lombardos y que nunca llegó a ser habitado ni por reyes, ni reinas. Y que tampoco tuvo entre sus muros a príncipes o princesas. En cambio, las leyendas dicen que fue lugar de brujas y aquelarres.
Son ya casi las 15.00. Hora de comer. Toca desandar lo andado. Ahora cuesta abajo. Casi prefiero subirla. Llegamos al bar Murillo. Nos sentamos en la terraza. A la sombra. Y pedimos. Las raciones son generosas. El revuelto de ajos tiernos y gambas no es su mejor plato. Los segundos pueden pasar. Sin más. El postre no tiene mérito. Es una tarta helada. Y todo ello acompañado del zumbido de un par de avispas que no dejan de incordiar en toda la comida.
Dejamos Boltaña. Ahora sí. En menos de diez minutos estamos en Ainsa. El casco antiguo se sitúa en la parte alta del pueblo. Está declarado Conjunto Histórico Artístico y considerado como uno de los “pueblos más bonitos de España”.
Subimos con el coche hasta la parte alta del pueblo. Allí hay un parking. 2,50 €euros para todo el día. Se puede aparcar gratis en la parte de abajo del pueblo. Pero con tal de no subir la cuesta (Sí. Ainsa también está en cuesta) pago lo que haga falta!.
Entramos en Ainsa. Lo primero con lo que te encuentras es con su castillo medieval. O mejor, con sus ruinas.
Delante, una gran explanada apta para conciertos y festivales. También está ahí la oficina de turismo. Y unas escaleras que te dan acceso a lo alto de la muralla. Subimos. Desde allí tenemos el primer contacto visual con la Villa medieval de Ainsa. Y promete!!. El paisaje que vemos tampoco se queda atrás.
Dejamos atrás los muros del castillo y tras atravesar unos jardines llegamos a la Plaza Mayor. El sol casca de lo lindo. 34º. La plaza es porticada. A su alrededor bares y restaurantes hacen negocio. Difícil ver un sitio libre en las terrazas. Y casi mejor. Que nos han dicho que las vistas se pagan caras aquí.
Optamos por atravesar la plaza. Despacito. Saboreando el entorno. Que eso, de momento, es gratis. Allí mismo está el Ayuntamiento y la iglesia de Santa María. De estar abierta, podríamos haber subido hasta su torre.
Abandonamos la plaza para entrar en el meollo del pueblo.
Y callejear. Sin rumbo. Porque vayas por donde vayas te vas a encontrar con mil detalles. Suelos adoquinados. Casas de piedras medievales. Calles estrechas. Pasadizos… Lo dicho. Mil rincones para inmortalizar con la cámara.
Tanto trasiego de calles nos ha dado sed. Pasamos por delante del Hostel Mora de Nuei. En un cartel a la entrada anuncia que tienen terraza interior. Asomamos la cabeza. Qué buena pinta tiene!. Entramos. Un par de infusiones con bien de hielo. Y nos las sacamos a la terraza. Buenas vistas. Ambiente tranquilo. Música suave. Y fresquito.
Bebidos y descansados volvemos a la calle. A lo lejos, unos nubarrones amenazan tormenta. La temperatura sigue alta.
Terminamos de ver lo que queda del casco histórico y nos regresamos al coche. Volvemos a cruzar la Plaza Mayor. Son ya más de las seis de la tarde. En Sahun nos esperan desde las cuatro. Y aún tenemos una hora más de viaje.
Continuamos por carretera nacional. El trayecto se hace entretenido. Empiezan a caer las primeras gotas. La carretera cada vez se estrecha más. Y más. Estamos atravesando el Congosto de Ventamillo. Una impresionante garganta que nos da paso al Valle de Benasque. Nos pegamos como lapas a un coche que va delante. Nos sirve de lazarillo. De frente, a lo lejos, se acerca un camión. Madre a ver cómo pasamos!. Pues despacio. Muuuuyyy despacio. Llueve con ganas. Esto de noche tiene que ser terrorífico!.
Por fin llegamos a Sahun!. Buscamos nuestro alojamiento. Casa Falisia. Hay carteles a la entrada del pueblo que nos guían hasta ella. O casi hasta ella. Decidimos aparcar y dar una vuelta, a ver si la localizamos. Al final, preguntamos. Nos indican dónde está. Aún hay que subir un poco más. Porque Sahun también está en cuesta. Faltaría más. Para llegar hay que atravesar una pequeña calle. En cuesta. Por ahí entra el coche?. Ni de coña!. Macha atrás de nuevo. Lo dejamos en el parking que hay. Y nos vamos andando hasta la casa. Tampoco está demasiado lejos.
La encontramos. Un cartel a la entrada de “Venta de Queso El Benasques” nos indica que hemos dado con ella.
Nos da la bienvenida Carmen. La dueña. Nos enseña la habitación. En el tercer piso. Desde la ventana tenemos unas buenas vistas.
Hay que descargar las bolsas y maletas. Tenemos un problema. El coche no pasa por esa calle. Por mucho que nos insistan en que sí. Que no. Que no pasa. Que se infla y no pasa. Afortunadamente hay otro camino. Algo más largo y atravesando el pueblo. También por callejuelas, pero algo más anchas. Y eso hacemos. Luego, devolvemos el coche al parking donde lo habíamos dejado antes de llegar a la casa. Y ése va a ser su sitio hasta que nos vayamos.
Terminamos el día haciendo una visita a Eriste y su embalse de Linsoles. Mañana queremos hacer una de las rutas que tenemos preparadas. Depende de cómo salga el día haremos una u otra.